lunes, 23 de septiembre de 2013

A LA PARRILLA.

Soplando los Carbones, 22 de Septiembre 2013.

“Un asado se mide por lo que sobra, no por lo que se come”…
>>>Anónimo.-

Si existe alguien a quien pueda admirar, es a cualquier persona que maniobre a la perfección la faena de parrilero.  Observo detalladamente el arte casi sagrado que envuelve a asado y asador, convirtiéndolos en uno solo.  En su mayoría es talento masculino, una especie de “gurú”, puede ser el papá, un tío, un hermano o un primo lejano, por regla natural es uno por familia, si hay más es una gran dicha milagrosa. –Antes de continuar, quiero destacar que de mi familia no soy yo ese gurú-, que mal me la llevo yo con los carbones, se me apagan hasta los fósforos, se me incendia la carne, lloro con el humo y los términos de cocción los desconozco en su totalidad.  En cambio el destacado parrillero de la familia no pierde detalle en nada, tiene sus propios rituales para encender los carbones; desde los que son básicos con papelitos, hasta los que tienen “túneles” o “volcanes”; los que utilizan aceite y los que prefieren todo al natural, en fin, el adiestrado jefe de la barbacoa cuida su entorno de forma celosa, nadie puede meterse ni tocar sus utensilios, previamente ordenados como si se tratara de instrumentos médicos en un quirófano.

De ahí en adelante viene todo el libreto: los tipos de carne, el momento justo de las brasas, el corte ideal a la hora de servir.  Siempre destacando sus trucos con el orgullo por delante.  Al lado del parrillero nunca faltan los testigos, esos que no hacen nada, sino escuchar todas las historias de parrillas pasadas a cambio de degustaciones recién salidas, pero eso si, los mirones cumplen una labor muy importante, son los que destapan y pasan las respectivas bebidas embotelladas previamente puestas a enfriar.  Dentro del ritual también están algunos ayudantes: los que hacen la guasacaca (esta con sus secretos generacionales también), y los que pelan la yuca (estos son de menor rango).  La cosa no termina ahí, la ceremonia post parrilla es tortuosa, y además tienes que estar preparado porque de lo que sobra, una parte es para los perritos de quienes te visitan y la otra para continuar comiendo recalentado en días siguientes.

Viendo todo esto concluyo que el parrillero merece toda nuestra admiración, y a ellos va dedicada esta columna de hoy.  Yo mientras tanto permanezco sin meter las manos a la candela, sigo estando consciente que la mejor parte del domingo a la parrilla es cuando se come.  Mis disculpas a los vegetarianos.  Y ahora, si les dio hambre como a mi, vayan prendiendo los carbones y me avisan, que yo les llego.
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Aunque parezca tarde, o parezca injusto, recuerda:  siempre fue mejor así.
#chaitopues    @OmarCharcousse

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